He escuchado y leído cientos de veces opiniones polarizadas sobre la culpa. Algunos dicen que sentir culpa está mal y debes evitarla a toda costa, mientras que otros afirman que la culpa es buena y saludable, y que si no la sientes, eres una persona enferma. Pero ¿quién demonios son todos ellos para decirte qué debes sentir y qué no?

La verdad es que la culpa es una emoción humana natural y esencial.

Aparece cuando actuamos en contra de nuestros valores, cuando nos alejamos de nuestra verdad personal como líderes, como miembros de un equipo o en cualquier rol que asumamos.

La culpa es un indicador de que hemos cometido un desliz para con nosotros mismos y nos cuestionamos nuestra integridad.

Permíteme compartir una experiencia personal:

Recuerdo un día en que, como responsable comercial regional dentro de una empresa, tuve que transmitir una directiva poco empática que iba en contra de mis propias convicciones. Lo hice para cumplir con la solicitud de uno de mis superiores, pero me equivoqué al hacerlo. El sentimiento inmediato que surgió fue la culpa, una señal de que había actuado en contra de mis verdaderas opiniones y puntos de vista.

Pasaron varios días hasta que pude hablar con mi jefe personalmente ya que él vivía en otro país y decirle que no estaba de acuerdo en cómo debería actuar, cuando se trataba de empatía con un colega dentro de la organización. El señor jefe siguió con su posición así que perdí total entusiasmo por la empresa.

No pasó mucho tiempo hasta que cambié de empresa. Sorry! pero mis valores están por arriba de cualquier cosa.

No la niego ni le doy todo el poder: a la culpa la GESTIONO

En lugar de atormentarnos porque actuamos erroneamente o debatiéndonos si debemos o no debemos sentirnos culpables, lo que podemos hacer es gestionar la culpa. Porque ignorarla, como nos instan algunos gurús de la superación personal, solo hace que crezcan y se vuelva nociva en nuestro interior, como un monstruo que nos consume de a poco.

Te aseguro que el resultado de eso no será nada positivo: crearemos resentimientos, remordimientos y una rabia que nos desbordará y se proyectará en nuestro entorno. ¡Qué emocionante panorama! ¿verdad?

Déjame compartirte un pequeño secreto: la culpa es como esa amiga molesta que siempre señala nuestros errores. En lugar de alejarnos de ella, podemos abrazarla con fuerza. Sí, leíste bien, abrazarla.

Cuando intimamos con la culpa, cuando la conocemos en profundidad, podemos gestionarla de manera que no nos duela ni entorpezca el camino.

La gestión de la culpa se convierte en una habilidad clave para un liderazgo consciente y efectivo. Al trabajar en conjunto con otras emociones clave, podemos transformarla en un catalizador para nuestro crecimiento personal y profesional.

No permitas que otros decidan lo que haces con tus emociones.